SOBRE EL CONOCIMIENTO DEL COMUNISMO POR PARTE DE LA CLASE OBRERA DE NUESTRO PAÍS.

Enrique Velasco

La aplicación de la ciencia a las relaciones de la producción. El concepto de “valor”


El conocimiento científico, o incluso el mero intento de seguir el camino que lleva a su adquisición, provoca normalmente un movimiento de ajuste en el conjunto de los conocimientos anteriores.

Un día, un observador curioso y paciente comienza a recoger datos sobre las distintas especies de animales y a compararlas según su desarrollo en las distintas épocas y países. Cuando comienza a proponer nuevas hipótesis, en función de los datos recogidos y seleccionados, se le viene encima todo el poder de la Iglesia, poseedora y distribuidora del saber sobre el origen de las especies y particularmente de la humana; de tal modo que a uno de sus seguidores, por mantener estas ideas, como era un fraile, le mandan callar. Estaba en peligro toda una forma de ver la realidad, el mundo y su evolución.

La ciencia abría una brecha en la representación de la vida animal, incluida la humana, que hasta entonces se imponía y este derrumbe de antiguos saberes lo provoca un estudio de ciencias naturales (!).

Los primeros avances hechos con intención científica en las ciencias sociales provocan la misma inquietud en los saberes establecidos. Y decimos con intención científica porque la juventud de esta rama de las ciencias, la consiguiente falta de elaboración en muchos de sus conceptos, hacen que no se disponga de la ya larga experiencia de que disfrutan las ciencias naturales.

En el terreno concreto de la producción, donde se ventilan los problemas del trabajo en forma directa, una de las primeras, y en todo caso más importante abstracción que se introduce en el tratamiento teórico, es decir, mental, del conocimiento de estas relaciones de trabajo, es el concepto de valor.

El valor no es ningún objeto material concreto. El valor es un concepto, es decir, una herramienta intelectual que permite alcanzar un conocimiento de las relaciones de trabajo que la sola experiencia, por muy amplia y muy rica que sea, no permite adquirir.

Por ejemplo, en un proceso de trabajo individual, un ceramista termina un jarro y lo lleva al mercado. Todavía no existe la moneda (luego veremos qué significa el dinero) y cambia el jarro por una herradura para su caballo. El necesita la herradura y el herrero que la hizo necesita el jarro para sus necesidades domésticas.

¿Qué dice de este hecho, de esta experiencia, el concepto de valor? ¿Qué es lo que nos ayuda a entender que con la simple experiencia quedaba oculto? Nos dice que el trabajo del ceramista, que ha quedado pegado, encerrado, materializado en su jarro es comparable al del herrero materializado en su herradura. Por eso se pueden intercambiar estos dos objetos, porque ambos encierran la misma cantidad de trabajo. Si el del herrero encerrase el doble de trabajo que el del ceramista, el cambio se haría entre dos jarros y una herradura. Y así todos los intercambios de mercancías que en el mundo se dan. Tanto trabajo encierra el objeto que te doy, tanto ha de encerrar el que me das. O bien, lo hacemos en proporción al que encierra cada mercancía.

Estos millones de intercambios que ocurren cada día en el mundo los facilita la existencia del dinero. Yo voy con dinero al mercado y no tengo necesidad de esperar a tener terminado el jarro que intercambiaré. O bien, he acabado el jarro, lo llevo al mercado y lo intercambio por dinero y lo guardo. Cuando necesite algún objeto iré al mercado y cambiaré mi dinero por el objeto que deseo.

El dinero es un instrumento de cambio, y lo es porque es también un valor, porque encierra también una cantidad de valor. El oro o la plata encierran el trabajo que ha costado extraerlos, trasladarlos, fundirlos en trozos con unas medidas concretas, y por lo tanto se sabe la cantidad de trabajo que encierran. Unas monedas encierran el doble, la mitad, la décima parte, de trabajo para facilitar su intercambio por cualquier mercancía (cualquier producto del trabajo humano que viene al mercado, de ahí viene su nombre).

El dinero, por tanto, no encierra ningún misterio. Es una mercancía más, que por su fácil conservación y fraccionamiento, presta una gran ventaja al intercambio de las demás mercancías.

Esto que llevamos dicho incorpora ya unas cuantas abstracciones, y sin embargo, en nuestra vida diaria las utilizamos como si se tratase de objeto reales, y no de representaciones de objetos reales. ¿Cómo se puede cambiar el trabajo de un herrero por el trabajo de un ceramista? ¿Cómo se pueden comparar si son evidentemente distintos? Se podría comparar el trabajo de un ceramista con el trabajo de otro ceramista. Para poder utilizar los mecanismos del mercado, la práctica ha enseñado a lo largo de millones de experiencias la necesidad de las abstracciones; de los conceptos, manejados por productores y mercaderes, y han acabado ajustando los distintos trabajos entre sí, y por tanto, el valor de los distintos productos- mercancías entre sí.  Se intercambian unos  con otros haciendo abstracciones sucesivas de los trabajos concretos, e inventándose un trabajo general, que se transforma en cada caso en un trabajo más sencillo que el general o más complejo que el general, el doble de complejo o la mitad. Y con estas gradaciones, con estas proporciones se intercambian los millones de mercancías en mercados cada vez de más dimensiones y cada vez más interconectados.

Al comparar un trabajo concreto –el del ceramista- con otro trabajo concreto –el del herrero- hemos dejado de lado las características concretas de cada uno de ellos, y hemos abstraído una que es común a los dos: tratarse de un desgaste humano en energía y atención (la fuerza y la mente). En el trabajo que hay materializado en el oro o en la plata, podemos también hacer esta abstracción, y por eso podemos compararlo con todos los trabajos que hay en todas las mercancías. Como todos tienen una sustancia común, el desgaste de energía humana, podemos medir la cantidad de esa sustancia que se ha materializado en cada mercancía e intercambiarlos según la cantidad de ella que se contenga en ellas.

En realidad, la sustancia que estamos midiendo en cada mercancía es un objeto abstracto, es una representación mental de algo que no se da en la realidad, el trabajo en general. El trabajo no existe más que en formas concretas –ceramistas, herrero-, pero nosotros, en una operación intelectual, en la mente, lo convertimos en el trabajo, sin más características, particulares, en el trabajo general.

Esta operación intelectual la hacemos con frecuencia en la vida ordinaria. Cuando decimos que la mujer es más emotiva que el hombre, no estamos hablando de ninguna mujer en concreto, sino de la mujer en general (que no existe), y nos entendemos muy bien; pues lo mismo hablamos y consideramos al trabajo.

Este trabajo considerado en general, es la sustancia del valor, es el valor. Las cosas tienen valor, valen, porque tienen trabajo incorporado. Y valen tanto cuanto trabajo tienen incorporado. El oro vale más que la plata porque hay que mover más toneladas de tierra para obtenerlo que para conseguir la plata.

Solo el trabajo produce valor, dijo en un libro famoso sobre la riqueza de las naciones el profesor escocés de que hablábamos en otro sitio. Una afirmación así, hecha por un estudioso perteneciente a las clases poderosas de uno de los países más poderosos del mundo, sorprende por su claridad, por su utilidad para un mejor conocimiento de las relaciones de trabajo, y muy particularmente sorprende por venir de quien viene.

Este importante concepto es recogido, depurado y enriquecido por estudiosos posteriores.

Se distingue entre valor y valor de uso. El valor de uso lo tendría todo objeto que sirva para satisfacer una necesidad humana, intervenga en ello o no el trabajo (valor de uso tendrá la comida y el aire que respiramos). Y el concepto valor, o valor de cambio, se utilizará solo para las mercancías, productos de trabajo humano que van al mercado (que se intercambian).

Se profundiza en el proceso de creación de valor. Acabamos de decir que sólo el trabajo produce valor, pero esto es así, con una condición: que se trate de un trabajo ejecutado en las condiciones corrientes, normales en el lugar y tiempo concreto de que hablemos. Se trata aquí de la productividad (como sabemos, es la cantidad de producto elaborado por cada unidad de tiempo de trabajo). Un trabajador medio, utilizando las herramientas y las formas de trabajo normales en una rama de la producción, en un país y en una fecha determinada, rendirá normalmente la misma cantidad de producto en una hora que otro trabajador en las mismas condiciones. Es decir, ambos obtendrán la productividad media, y por tanto, su trabajo crea valor, cada hora de trabajo, creará una hora de valor. Un trabajador inexperto o mal dotado de herramientas tardará el doble de tiempo en obtener el mismo producto. En el mercado se lo comprarán (se lo convertirán en valor) como si hubiese sido elaborado con la productividad media, el resto de trabajo no se habrá convertido en valor, se habrá perdido.

El trabajo, por tanto, produce valor si se ejecuta con las condiciones y tecnología media (con la productividad media).

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